Mirar a través del cristal era erróneo para corroborar que era un bello día, no solemos darnos cuenta de nuestros errores evidentes hasta que hemos salido de ellos. Hasta entonces todo lo que conocíamos eran espejismos de la realidad cierta y verdadera, pero a pesar de todo existen las creencias de ciertos grupos de personas que ven la verdad a su forma y modo de ser.
Están los que podríamos denominar fanáticos o extremistas, que al estar tan seguros de su verdad dicen no tener nada que justifique el tener que corroborarla. Tenemos después a los excépticos que creen que la verdad nunca se conoce del todo y por eso no se preocupan en intentan ir a más allá para comprovarlo, y por último tenemos a los críticos o a los que se lo cuestionan todo, a los que creen que a base de análisis y solución de problemas encuentran la verdad irrefutrable.
Esta actitud crítica y de cuestionamientos, ya sabemos que es una lucha y batalla ardua, pero que es necesaria para la buena convivencia de la llamada paz social, el buen clima laboral, el vivir en tranquilidad.
Al alumbrar con la luz de la verdad descubierta algo que desconocíamos o intuíamos que era falso, en ocasiones ponemos en evidencias a cuestiones o personas, y al hacerlo se nos puede tachar de avergonzar a alguien, o de incluso de ser un incendiario, pero al hacerlo estamos ayudando al sistema democrático en el que vivimos, el estado de derecho que nos rige y que hace posible que podamos cuestionarnos ciertas verdades aparentes que pasaban por ser la realidad, hasta que las evidencias demuestran lo contrario.
Hablaba el otro dia en una tertulia sobre las reformas, los conflictos y la destrucción de la vida social y laboral, que en su conjunto disminuyen las posibilidades de las inteligencias personales e individuales que pueden contribuir a mejorar el conjunto de una organización, o cómo en alguna ocasión ya he apuntado, los problemas sólo se resuelven cuando se termina dejando a salvo los valores para la convivencia.
En fin, la esperanza de la verdad no está perdida, a pesar del llamado principio de incertidumbre de Heinsenberg, como mucho desorientada, al igual que la gestión indefinida entre piruetas de lo absurdo, incoherencias y desequilibrios disparatados que ya no caben en el cajón de los desastres.
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