Una visita a Gala-Dalí. Figueres-Púbol


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Arsenio Rodríguez Quintana / Foto: Cedida

Arsenio Rodríguez Quintana / Foto: Cedida

La más pequeña de las hijas de mi pareja ha venido este verano de Londres con su pareja, ella es catalana, él de Londres donde ambos viven y estudian doble grado de derecho; mi pareja y yo cubanos, pero ella lleva apellido Armengol, lo que hace evidente la raíz catalana. Como parte de los paseos habituales de mostrar lo esencial de Catalunya está Salvador Dalí, también Sitges donde estuvimos ayer y le mostramos el vínculo con los indianos.

Sobre las diez salimos hacia Figueres. Llegamos al Castillo, entramos sin problema a pesar de las restricciones por la pandemia. Dalí y su genialidad surrealista es inexplicable como algunos goles de Messi que se nos va dentro de poco. Cuando llevas de tour a personas que comienzan a descifrar su obra, es fabuloso ver somo su rostro cae en esa magia más allá de las palabras y tienes que auxiliarte de Google para contestar las preguntas con las cuales te acosan los invitados.

Ese coche que te recibe en el Castillo de Figueres con esa gorda esplendida encima del motor de donde sale música, luego subes la vista y ves un bote sin agua en el cielo, pero todo es un escenario donde unas figuras de mujeres doradas, algunas, otras mujeres de cadenas de hierro están como en un escenario mirando el patio que tiene un inmenso cristal que deja ver una gala inmensa casi desnuda.

Cuando pasas a la habitación de Mae West ya sabes, porque a ti te pasó, que esos labios estarán para siempre en un sofá, y cada labio que beses te parecerán un sofá de Dalí en ese antiguo teatro que él convirtió en un Museo, su Museo.

De Figueres, al alma de Dalí nos lanzó no a casa, sino al Castillo de Púbol, de Elena Dimitrievna Diakonova, Gala; donde su encanto no solo consiste solo en su castillo, ese que Dalí le regaló en 1969, sino en el pueblo mismo medieval, que es pequeño, de piedra, lleno de masías y casas con un encanto muy especial. Al entrar al Castillo de Gala, más pequeño, sientes que es todo ella, desde el Caballo blanco de la entrada hasta los coches y los discos en ruso de su tocadiscos. Sin olvidar la cocina, el baño y esas lámparas prodigiosas que hizo Salvador.

El jardín, en el que he jugado con mi niña muchas veces, es una pieza esencial del castillo, que no tiene el de Figueres. Con estanque de agua y unos elefantes que vuelan por la copa de los árboles con patas de aves. Casi duele entrar a la cripta y ver a Gala sola enterrada allí. Es uno de septiembre y al regresar a Sant Cugat la lluvia intensa sigue anunciando un otoño que aún está en ciernes. Antes de caer del todo la noche alcanzo a ver la torre del Monasterio, e imagino el Claustro mojado.

Un relat escrit per Arsenio Rodríguez Quintana.



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