Y así como todas las chicas tenían un motivo distinto para asistir al curso, en María había algo diferente: entrenaba con rabia y tristeza en los ojos, como defendiéndose de alguna cosa que le hacía daño y la atormentaba.
Las semanas pasaban entre entrenos y entrenos y el grupo de mujeres de diferentes edades ahora se había convertido en amigas de toda la vida. Laura, Eva, Sofia, Esther, Elena... Hablaban de sus cosas diarias, de sus familias y sus preocupaciones, algunas de ellas nos contaban que en ciertas ocasiones habían sufrido algún intento de atraco o de agresión. Pero María seguía guardando muy hondo, como un secreto, el motivo por el cual quería aprender a defenderse.
Seguramente en mi interior yo intuía la respuesta, porque no era la primera vez que enseñando Karate o defensa personal me había encontrado con casos de mujeres que habían sido víctimas de maltratos o agresiones físicas. Un día María quiso contarnos entre lágrimas que su pareja la maltrataba física y psicológicamente y que no quería abandonar la casa por miedo y porque tenía una criatura de apenas un par de años. Nos relató que el hombre con el que estaba casada la golpeaba y humillaba alguna que otra vez y que el miedo hacia él la impedia denunciarlo. Ella llevaba años aguantando esa situación, callada, sumisa y obediente, pensando que lo hacía por su hijito, y porque a pesar de todo quería a aquel hombre, y porque era lo que le había tocado en la vida, era a lo que se agarraba para afrontar la realidad cada día más insufrible.
Las clases llegaban a su fin y las chicas, después de dos meses de prácticas habían adquirido destreza en el arte del combate cuerpo a cuerpo y seguridad en sí mismas, la perseverancia, el esfuerzo y la constancia tenían como recompensa lo que al principio del curso veían como muy difícil.
María, antes de acabar el curso de defensa personal gracias a las amigas y compañeras de clase y por coraje de ella misma, se dirigió a los servicios sociales, desde donde la ayudaron y protegieron, le dieron asesoramiento jurídico y se ocuparón de todo y sobre todo de que María volviera a sentir la autoestima y la fuerza moral, la confianza y el respeto para sí misma, como mujer y como persona que un ser indigno y ruin le había querido arrebatar.
Hace poco me la volví a encontrar por la calle, María me contó que había rehecho completamentes su vida. Ahora tenía ganas de reir, tenía ilusiones nuevamente y se arrepentía de haber tirado a la basura tantos años de juventud estando sometida y vejada, y que jamás podría olvidar a las personas que la atendieron en los servicios sociales y a aquellas amigas del curso de defensa personal de un verano que cambiaron su vida.
Dedicado a todas las personas que diariamente luchan y velan para erradicar todo tipo de violencia contra las personas.
'En cas que necessitis ajuda, la ma més propera la tens a l' Ajuntament'.
PEPE GARCÍA és membre de CCOO
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