Anticlímax


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Carlos Aranguren

Vocal del Partit Popular a l'EMD Valldoreix i membre de la Junta Local del PP de Sant Cugat


Publicat: avui, a les 09:25
Opinió
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La izquierda tiene una peculiar necesidad de afirmar continuamente que son buenos, maravillosos y estupendos. Esta imperiosa búsqueda de autoafirmación hace nacer en ellos una rabia furibunda hacia la realidad, lo que los lleva a intentar modificarla a través de conceptos contradictorios que desafían el principio de no contradicción, como la 'discriminación positiva' o el 'feminismo de igualdad'. Es entonces cuando el cohete espacial de la progresía despega de la Tierra y se adentra en un mundo oscuro donde comienzan los juegos más complejos: la separación de los conceptos de sexo y género, la indefinición del lenguaje, y las llamadas continuas a la RAE para anunciarles nuevas palabras como 'sororidad', 'binarismo', 'diversidad funcional', 'interseccionalidad', entre otras.

En este crescendo ideológico, que a muchos les produce una sensación parecida a la de escuchar la Quinta Sinfonía de Beethoven, se llega a lo definitivamente absurdo: la afirmación de dos ideologías contradictorias, la violencia de género y la ideología de género.

Por un lado, la violencia de género se basa en la existencia de dos categorías claras y objetivas: hombres y mujeres. Según esta premisa, el hombre, por el hecho de ser hombre, ejerce una opresión estructural sobre la mujer, por el hecho de ser mujer. Es decir, se afirma que existen dos géneros definidos y que uno domina al otro de forma sistémica.

Por otro lado, la ideología de género sostiene que esas categorías no existen, que el género no es algo inherente a la persona, sino una construcción social, cultural e incluso una decisión individual. Según esta visión, cada uno puede ser lo que quiera, como quiera y cuando quiera.

¿Os dais cuenta de la contradicción? No se puede sostener al mismo tiempo que el género es una realidad objetiva y estructural, como exige el concepto de violencia de género, y que, a la vez, sea algo subjetivo y mutable, como afirma la ideología de género.

Más allá de este absurdo, surge el verdadero drama vital. Cuando una persona no se identifica con su sexo biológico, nos encontramos ante una situación muy seria. Mientras que la izquierda parece enfocarse únicamente en promover cambios futuros, parece que nadie está dispuesto a mirar a la persona en su totalidad. No se reflexiona sobre las causas que han llevado a alguien a sentirse de esa manera. Lo único que son capaces de promover es el cambio por el cambio y la exaltación de una voluntad descarnada. Pero lo que verdaderamente importa es hacerse preguntas realistas sobre los problemas sociales que vivimos.

Han pasado ya unos años desde los orígenes de la cultura "woke", y aunque muchos sigan interesados en ocultar los datos de la realidad, lo cierto es que esta demuestra que el problema de la vida no es el patriarcado, el capitalismo, el sexo masculino o la historia de España. El problema de la vida es otro, al que la cultura "woke" nunca ha querido mirar: la necesidad de un sentido trascendental en la vida.

Sin esta mirada profunda sobre la realidad creada, todo se vuelve un enemigo. Nace la necesidad de control sobre lo creado, la impotencia ante la propia imperfección humana, el dolor de envejecer, el sufrimiento de la enfermedad y la muerte... La cultura "woke" nos ha traído control sobre lo creado, cirugías, anestesias, somníferos y mortíferos. Pero no ha sido capaz de ofrecer a la sociedad la Verdad que sucedió hace más de dos mil años en Belén de Judea.

CARLOS ARANGUREN és vocal del Partit Popular a l'EMD Valldoreix i membre de la Junta Local del PP de Sant Cugat



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