Creo que también podemos afirmar que, en mayor o menor medida, a todos nos gustaría vivir en una sociedad abierta, plural y solidaria, en suma, en una sociedad de individuos libres e iguales. Creo que la gran mayoría podemos estar de acuerdo en estas consideraciones con independencia de nuestro credo político.
El experimento es el siguiente, piensen por un momento que la persona que rige los designios políticos de su comunidad les dice que es alguien que 'no tiene nada que perder'. Sólo piénsenlo, un minuto o dos, piénsenlo en la soledad de su habitación después de que hayan besado a sus hijos en la frente, de haber dado las buenas noches a su marido o a su mujer, a sus familiares más íntimos. Acuéstense, traten de cerrar los ojos y dormir. Descansar.
Yo, desde el pasado 10 de julio, ya no he podido.
¿Era real o era un farol? ¿Alguien con responsabilidades políticas de primer nivel puede realmente confesar que no tiene nada que perder? ¿Ese dirigente ha pensado si el resto de los miembros de su comunidad pueden perder algo y si están dispuestos a perderlo? ¿Puede un dirigente político comportarse como un aventurero, como un suicida, como un integrista radical? ¿Esa persona puede ser alguien que no tenga nada que perder?
Repitan el experimento varias veces, intenten asimilar lo que ese dirigente declaró: que él, el que toma decisiones que afectan a toda una comunidad, no tiene nada que perder. Él, que toma decisiones que afectan a nuestro bienestar, a nuestra salud, mental y física, a nuestro modo de vida, a nuestro futuro, al de nuestros hijos, hermanos, padres, abuelos, nietos; esa persona, esa, no tiene nada que perder.
Lo confieso, estoy preocupado y tengo miedo, mucho miedo, quizás porqué creo, sinceramente, que yo y los míos si tenemos mucho que perder. ¿Y usted?.
MARTÍ PACHAMÉ és membre de Cs
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