Mahatma Gandhi sostenía que 'las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos en el mundo terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista'.
Una sociedad más inteligente emocionalmente resulta una sociedad más compasiva y comprensiva. La educación, en su finalidad, persigue la mejora del ser humano y debería facilitarle herramientas para desarrollar sus potencialidades. La escuela, institución educativa por excelencia, es un espejo de la sociedad donde se refleja el modelo social y cultural imperativo que reproduce algunas conductas y actitudes impregnadas de violencia. Sin embargo, a su vez, tiene la capacidad de dejar de ser un espacio de reproducción socio-cultural y devenir una herramienta de transformación personal y comunitaria para construir una sociedad más justa, respetuosa y harmoniosa donde la cultura de la paz sea el marco que la sustenta.
La escuela actual promueve modelos de convivencia basados en el respeto, la empatía y la igualdad, impulsa lo que se denomina educación en valores, que, aunque pueda parecer un concepto relativamente nuevo que sólo podría ser creado en las sociedades prósperas de la actualidad, filósofos como Sócrates ya defendían la idea de que uno de los pilares fundamentales de la educación es el objetivo de crear buenos ciudadanos. Una sociedad más inteligente emocionalmente resulta una sociedad más compasiva y comprensiva. Y uno de los elementos clave de la inteligencia emocional es la empatía, el ponerse en el lugar del otro, para comprenderle y aceptarle, para respetarle.
Sabemos hoy mucho más de lo que sabíamos hace 30 años sobre la importancia de desarrollar la empatía, especialmente en la juventud. Hemos aprendido que ayudar a las niñas y niños a desarrollar la empatía es bueno para ellas y ellos, y también para las comunidades. Tanto es así que, investigaciones recientes vinculan el desarrollo de la empatía y la compasión al desarrollo de una personalidad más dialogante, cooperativa, capaz de resolver los conflictos con actitudes lejanas a la violencia.
Elisabeth Gredley, precursora en la introducción de la Educación Humanitaria, afirma que: 'los niños y niñas más amables con los animales tienden a ser más amables con sus compañeros/as humanos'.
La educación, en su finalidad, persigue la mejora del ser humano y debería facilitarle herramientas para desarrollar sus potencialidades. Integrar el respeto a la vida, en todas sus formas, es cuidar de nuestro planeta, porque todo está interconectado, no podemos salvar una especie de la extinción si no protegemos su hábitat, pero eso tampoco es posible si la población local no se implica porque no se siente respetada y valorada.
DIMITRI DEFRANC és presidente de Proposem, biòleg i activista pels drets de la natura de la Naturaleza
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