De repente aparecen los defensores de la neutralidad, imparcialidad y de la necesidad de que las instituciones sean asépticas, limpias, puras, lo que además venden como libres de símbolos y expresiones, y se lanzan a sacar y arengar a quienes sacan esos símbolos.
En Sant Cugat viviremos estos días nuestra pequeña y particular batalla, tras la denuncia hecha por Ciudadanos primero a la Junta electoral de zona, y después ante fiscalía.
Su argumento entra en su lógica. Las instituciones deben permanecer neutrales, debe obedecerse a las autoridades, no se puede burlar la ley o los mandatos judiciales o de la autoridad. Pero la realidad es otra. No les molesta la existencia de un símbolo, sino que ese símbolo sea contrario a sus consignas. En realidad la ley se la pasan por el forro de los ideales, cuando se trata de su propio beneficio y son tramposos cuando les conviene. Podemos recordar que ninguno de ellos protesta cuando las instituciones son utilizadas por sus aliados como armas contra el rival político o cuando se utilizan con fines partidistas. No se les escuchó protestar cuando la policía venía a Catalunya bajo el grito del 'a por ellos', que muy aséptico y neutral no parece. No se les escuchó protestar cuando 'la fiscalía nos lo afina' o 'controlaremos al Tribunal Supremo por la puerta de atrás', tampoco cuando ministros y altos cargos acudían a una procesión religiosa de los novios de la muerte, que conculca cualquier principio básico de un estado aconfesional y cuyo simbolismo nos remonta a tiempos oscuros de nuestra historia. No se quejaron, sino que protagonizaron el publi-reportage que se hizo Arrimadas en el ABC el día de reflexión en las elecciones del 21-D.
Pero el problema de la guerra de los lazos no es la hipocresía y el cinismo con el que sus contrarios enarbolan la ley, el orden y la paz social. El problema es que acabamos hablando más de los símbolos y no de aquello a lo que representan. Evitemos olvidar que lo importante son los presos políticos, exiliados políticos, procesados políticos. Y más importante aún, la causa por lo que lo están.
Evitemos que los lazos nos aprieten finalmente a todos nosotros, hasta ahogarnos en un simbolismo inerte. Utilicemos símbolos y lazos, pero acompañados de una lucha real que consiga el reconocimiento de los derechos de nuestros presos, de nuestros políticos, de nuestro pueblo.
LOURDES LLORENTE és regidora de la CUP-PC
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