Apuntaba maneras desde el 2014 cuando pilló por banda una estelada que situó en la plaça de Lluis Millet y más tarde, en la plaça d'Octavià. Los jueces y tribunales a los que la causa les llegó por Sociedad Civil Catalana, le dijeron que la tenía que quitar y le costó pero, al final, acató.
Mujer con ambición y olfato político anduvo con las esteladas en fotos y en el corazón y tal era su entrega a la causa separatista, que una vez cerrada la boca a la oposición en el Parlament de Cataluña en la oprobiosa noche del 6 al 7 de septiembre de 2017 vio que aquello tomaba tintes históricos y se vino arriba. Amanecimos poco después sin banderas en la fachada del ayuntamiento. Los usos mandan que cortésmente preguntáramos a su gabinete y nos contestaron que estaban en la tintorería. Eso sí, nada por escrito y muchas risas.
El mes de septiembre se ponía intenso. La alcaldesa veía la república y lo más importante, a ella como pieza clave de la misma. El microcosmos en el que vive alimentaba esa visión de que esta ciudad es y será solo y siempre nacionalista, separatista, antisistema, anti todo. Y ahí cayó en la trampa.
Cuando utilizas el poder para hacer lo que te da la gana y te burlas de las leyes, comienza un lento pero inevitable final. Cuando decides, sin ley que te ampare y quitas la voz o el símbolo, algo se revuelve en la mente y el corazón de las personas libres y de eso, sí que está llena esta ciudad. Podrán ser nepalís, catalanes, separatistas o de Cs, pero son libres y ahí está la clave. Cuando no una, sino muchas personas de la causa separatista, te dicen que quitar las banderas es un error sabes que los ojos se han abierto y nada volverá a ser igual.
Trapos o símbolos lo que le ocurre a la mayor parte de la población es que hasta que no te los tocan no le das importancia. Es como la herida del dedo tras el minúsculo corte al coger un folio. Te das en ella durante todo el día, está presente y te fastidia. Esto es igual.
Tanto se ha ninguneado, tanto se ha mirado por encima del hombro a las personas, que un millón han salido la calle el domingo en Barcelona y encima, con banderas.
La alcaldesa de Sant Cugat quitó las de todos y puso el ayuntamiento al servicio de lo ilegal. Eso es cortijo.
MUNIA FERNÁNDEZ-JORDÁN és regidora de Cs
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