Año tras año el escudo continuo, repetido y absurdo de la Ley, esa ley que todos han ignorado y se han saltado siempre que han podido en su propio interés, esa ley que han cambiado cuándo y cómo han querido, o les ha sido ordenado por aquellos a quienes nadie ha votado. Esa ley que parece ser un mandato divino y no un pacto social que sirva para regular la convivencia y no para hacerla imposible. Esa ley que parece un juramento de sangre que estrangula a toda una comunidad, en lugar de ser un instrumento para hacer una mejor democracia y por tanto a todos más libres. Que puestos a apelar a la Constitución del 78 y concretamente a su primer artículo, digo yo que podrían haber empezado por luchar porque el Estado sea social y democrático de Derecho, por ese orden y no por el contrario.
Y al final, después de intentar explicar, contar, enseñar, mostrar y compartir, me encuentro con la misma cara de incredulidad y desconfianza, la misma sensación de hablarle a alguien que piensa que es mi creador. Tendremos que seguir con ellos, ojalá, o sin ellos, sin su credulidad y sin su
apoyo, para que mañana, hoy tal vez, podamos creerlo nosotros mismos.
Lourdes Llorente és REGIDORA DE LA CUP
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