Mala costumbre


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Sergio Blázquez


Publicat: el 5/jul/17
Opinió
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Este mandato tiene visos de batir el récord en cuanto a izados, arriados, y traslados en general de banderas y mástiles. Resulta en general un poco esperpéntico el que, de tanto en tanto, el tema acapare portadas o notas de prensa. Y luego nos quejamos de que los ciudadanos perciban la política, a menudo, como algo ajeno a la resolución de sus problemas cotidianos.

El enésimo capítulo, por ahora, de esta pequeña historia tiene que ver con la retirada de las banderas española y europea en la pasada Festa Major del mástil oficial del ayuntamiento, que corona el edificio.

La animadversión de parte del nacionalismo hacia la bandera española no es nada nuevo y es un tema ya sobradamente comentado. El nacionalismo necesita para su supervivencia construir sus propios mitos, crearse amigos y enemigos. Tergiversar a su antojo la historia no está de más si sirve a la causa. El fin, tristemente, justifica los medios.

Todavía se encuentra uno con desinformados a quienes les sorprenden las palabras de Rafael Casanova en la guerra de Sucesión española en las que instaba a 'derramar la sangre por el Rey, por la Patria y por la libertad de España'. Personaje, conviene recordar, al que el nacionalismo rinde tributo con motivo de la Diada.

La retirada de la bandera europea, por añadidura, no viene sino a fortalecer el localismo mal entendido, así como una visión de la existencia obtusa y cerrada. Máxime en estos años en que la idea de una Europa unida sigue estando en entredicho y puesta en duda precisamente por lo más casposo de nuestro viejo continente. Teniendo en cuenta, además, que son muchos los vecinos de Sant Cugat que proceden de otros países europeos, la retirada de la bandera carece de todo sentido.

Pondré un ejemplo sencillísimo, pero creo que clarificador: si en este próximo agosto alguno de nosotros fuera de vacaciones a un adorable pueblecito de los Alpes y en la localidad donde se aloja se retirase la bandera europea con motivo de una festividad local se sentiría, probablemente, un poquito fuera de lugar, menos bienvenido, y ligeramente excluido. Y yo me pregunto: ¿es este el mensaje que Sant Cugat quiere lanzar al mundo?

SERGIO BLÁZQUEZ és regidor de Cs



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