Pero quisiera explicarles, a los más jóvenes sobretodo, que el VIH nos robó a amigos y conocidos muy cercanos a todos nosotros. Y lo hizo evidentemente rompiendo todos los estereotipos que algunos obtusos predicaban: pronto se vio que no sólo afectaba a homosexuales o drogodependientes que compartían 'jeringuillas'. También se cebó con heterosexuales o simplemente con personas que habían tenido la mala fortuna de contraer la enfermedad en el ámbito hospitalario, antes de que se tomasen las medidas pertinentes. En definitiva, todos podíamos ser víctimas.
Sin embargo, me gustaría recordar, para vergüenza de todos, que el SIDA campaba a sus anchas en determinadas zonas muy deprimidas de Barcelona y el llamado cinturón metropolitano. Durante miles de noches, digo bien, miles, y por razones que no vienen al caso, fui testigo, por poner un ejemplo, de todo un submundo de drogas, marginación, agujas contaminadas y cartones debajo del puente de Can Tunis, mientras el mundo guay circulaba a toda pastilla, unos metros más arriba, por la ronda litoral. Ajeno y cómplice a la vez, a la más absoluta de las miserias. Un apocalipsis zombi que de forma magistral ha retratado, por cierto, Almodóvar en alguna de sus películas.
Si mi infancia, retomando lo que decía al principio del artículo, fue la del conocimiento del SIDA, mi adolescencia fue la del miedo a contraerlo. Un miedo justificado y que podríamos decir que conformó la generación del condón, la del 'póntelo-pónselo', la del preservativo en la cartera aunque éste caducase. Y suerte a esa sensibilización que muchos colectivos hicieron sobre qué era el VIH, cómo se podía contraer por varias vías, qué significaba ser portador de la enfermedad y qué significaba desarrollarla, caló en toda una generación de jóvenes, pues ayudó a salvar muchas vidas.
Con la llegada del tercer milenio empezaron a tener éxito paulatinamente determinados tratamientos. No se desarrolló una vacuna milagrosa, pero sí empezaron a funcionar cócteles de fármacos que terminaron por convertir una enfermedad mortal en una enfermedad crónica. Aunque eso sí, disminuía en todo caso y de forma muy pronunciada la calidad de vida. Pero por lo menos, ya no era mortal. El contrapunto en los últimos años, y ahí es donde tenía sentido la moción que aprobamos el lunes, ha sido una pérdida del miedo al virus, sobretodo, por parte de los más jóvenes. Fenómeno ante el cual no deberíamos bajar la guardia y que podemos pagar caro.
Quisiera finalizar este breve artículo diciendo que la medicina, aunque tarde para millones de personas, cumplió. La que no cumplió jamás fue la sociedad. Al seropositivo siempre se le estigmatizó y se le trató poco menos que como a un apestado. Un leproso del siglo XX y XXI. Creo que fue Antonio Gala, hablo de memoria aun a riesgo de equivocarme, el que dijo hace muchos años en televisión: al SIDA se le vencerá antes médicamente que socialmente. Y visto lo visto, lo clavó.
SERGIO BLÁZQUEZ és regidor de C's
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