A estas alturas del siglo XXI, resulta chocante la existencia de paraísos fiscales, auténticas garrapatas de nuestro sistema capitalista. Y lo primero que habría que aclarar es que en realidad estos parásitos ni tan siquiera son propuestas del Capitalismo teórico. Y a buen seguro el padre de la economía moderna, Adam Smith, los habría desautorizado ferozmente.
Cabe decir que no se está criticando el que estos lugares tengan una fiscalidad determinada, lo cual sería más o menos relevante, pero no el núcleo central de este breve artículo. Lo que es realmente deshonesto es que los capitales que se depositan sean de muy dudosa procedencia; dinero negro procedente de actividades ilícitas, o lícitas, pero con pocas ganas de contribuir a la fiscalidad del país de origen. Así los paraísos fiscales no solamente ofrecen una caja segura donde salvaguardar el botín, sino también y demasiado a menudo asesoramiento acerca de cómo borrar el rastro, o creación de toda una ingeniería financiera a través de empresas fantasma útiles para reintroducir de nuevo el dinero en los países de origen, ya perfectamente blanqueado.
Otro efecto indeseado que tienen estos autodenominados centros financieros offshore, es el de condicionar sobremanera la política macro de grandes y pequeñas naciones. Así, cuando un gobierno pretende implantar una política fiscal determinada siempre tiene, por desgracia, que tener en cuenta el riesgo de fuga de capitales si aprieta demasiado a las élites económicas del país, lo cual termina impidiendo reformas que podrían mejorar el bienestar de la ciudadanía. Y este chantaje sucede a escala global.
Si lo pensamos, el ser humano cuando se lo ha propuesto ha conseguido ponerse metas y tratar de conseguirlas. En tiempos recientes ha habido intentos con mayor o menor fortuna de luchar a escala planetaria contra el hambre, el terrorismo, o el cambio climático. Los paraísos fiscales, sin embargo, se han ido de rositas.
La lucha contra estos territorios anómalos y consentidos sigue siendo una asignatura pendiente y ya va siendo hora de ocuparse de ella. Nadie dice que sea fácil, pero es del todo necesario. Sabemos que allí se ocultan y amparan élites económicas con pocos o nulos escrúpulos. El tuétano mismo de las corruptelas que en el mundo son. La cueva de Alí Babá.
Como ciudadanos debemos tomar conciencia de que también nosotros podemos contribuir a ganar esta batalla. Apostando como consumidores por empresas y entidades transparentes, y dando de lado a las que no lo sean. Exigiendo que en los programas electorales de los partidos políticos se haga mención a luchar contra esta lacra y exista un compromiso firme, por lo menos a nivel europeo, de aplicar medidas tajantes y de tolerancia cero.
Que no queden impunes.
SERGIO BLÁZQUEZ és regidor de C's
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