Otro aspecto que hay que considerar en lo económico es el alto coste de vida que estamos viviendo en estos últimos años, donde los precios están subiendo a una velocidad a la que los salarios de los jóvenes no pueden llegar. Para que lo entiendan aquellos que creen que vamos montados en un cohete; si los precios suben y los salarios bajan no podemos permitirnos el lujo de criar a un hijo.
También hay que tener en cuenta el precio de la vivienda, donde ya el alquiler de cualquier piso supera el salario de muchos de los que necesitan emanciparse.
Cabe recalcar que España ha sido uno de los países europeos con menores políticas de apoyo familiar en comparación con otras naciones de la Unión Europea. Las ayudas directas a familias con hijos, así como los beneficios fiscales y las facilidades para la conciliación laboral y familiar, han sido limitados. Este escaso apoyo institucional ha provocado que multitud de parejas duden de tener más de un hijo, si es que deciden tener uno solo.
A pesar de un avance en políticas para la ayuda del crecimiento de la natalidad, como el aumento de las semanas de baja de paternidad y maternidad o el intento de introducir políticas de corresponsabilidad, las políticas públicas aún no llegan a la llamada de socorro de los jóvenes españoles, ya que no son suficientes para atenuar y revertir el descenso de la natalidad.
Un factor influyente que no podemos obviar es la falta de infraestructuras públicas de cuidado infantil para menores de 3 años que sean asequibles y accesibles, ya que la carencia de estas implica un obstáculo para las familias que desean tener hijos pero que no se les brinda un sistema de apoyo público, adecuado y de calidad.
Caber recalcar que el incremento de las políticas que favorecen el no tener hijos incrementan a un mayor ritmo que las que te ayudan a tenerlos. Si en vez de invertir en prácticas y políticas abortivas apoyamos a la adopción y a las ayudas a las madres que se ven sobrecargadas con la idea de tener un hijo este descenso de la natalidad se vería mitigado. El gobierno ha de apoyar políticas que favorezcan a la vida y no lo contrario.
Las repercusiones económicas del descenso de la natalidad no solo tienen consecuencias inmediatas, sino que también a problemas a largo plazo como por ejemplo la sostenibilidad del sistema de pensiones o la de la edad de jubilación. En un país donde la población envejece y hay menos trabajadores jóvenes para sostener el sistema, todos aquellos que dependan de un sistema público se verían afectados y conociendo la política socialista antes quitan las pensiones que a sus 22 ministros de sus asientos.
Asimismo, una población envejecida conlleva un mayor gasto social y sanitario lo que presionaría las finanzas públicas. Si disminuimos la población activa el gobierno tendrá que trasladar fondos de lugares estratégicos para enfrentar el problema sanitario y social.
En definitiva, el descenso de la natalidad es uno de los mayores problemas que sufre la población española, sobre todo la juvenil, que verá un país ahogado por políticas insostenibles y beneficios de un país primermundista que tendrán que ser tristemente abolidas.
NICOLÁS GIL LÓPEZ és secretari general de les Nuevas Generaciones del Partido Popular de Sant Cugat
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