Y ahora, ¿qué?

Lourdes Llorente


Publicat: el 2/oct/18
Opinió| Columnes

Todos sabemos cómo hemos llegado hasta aquí. Años y años de movilizaciones extraordinarias, en un ejercicio constante y tozudo de reivindicación política que no tiene precedentes en la Europa del último siglo - y por tanto seguramente en la historia de este viejo y caduco continente -.

Idas y venidas en un intento negociador a una capital negacionista de las realidades de un Estado 'multicultural', que no saben, ni pretenden, mantener cohesionado, porque ni siquiera entienden el enorme patrimonio que supone.

La consulta del 9-N, la represión, elecciones, más represión, septiembre del 2017, el 1-O con la pacífica estupefacta tenacidad de una parte de la población catalana luchando y poniendo sus cuerpos y una ilusión indignada y a la vez ingenua exigiendo ser respetados, reconocidos como sujetos políticos, como sociedad adulta. La represión brutal, bestial, sin sentido.

El relato de los que no quieren ver. El relato de los que ven, pero no entienden. El relato de los que ven, entienden, pero no quieren aceptar. El relato de los que ven, entienden, aceptan, pero 'nos les vamos a dejar'.

Y de nuevo más movilización en forma de huelga general. Un república interrupta. Desconsuelo y generosa confianza en los profesionales de la cosa pública, que deben saber lo que se hacen. El silencio. Una declaración de independencia en voz bajita. Más represión, de la legal, de la que se envuelve con el ordenamiento jurídico y depende de la interpretación, reinterpretación y cocinado de palabras y expresiones hechas para no ser entendidas que hacen aparecer una violencia donde no existía - ay esos aviones de papel -, un golpe de estado en el hecho de poner urnas y votar, un ataque contra la democracia en la convocatoria de un referendum. Otras elecciones. Más movilizaciones, represión, encierros, imputaciones, exilio, búsquedas internacionales. La política llevada al terreno jurídico. Los juristas haciendo política. Sentenciando quién puede ser President, de qué se puede debatir en un Parlament, qué electos pueden tomar posesión. Qué bonita la democracia hispánica, oiga.

Al oeste, el relato del orden y la ley. Que ellos se lo han buscado, mira que se lo habíamos dicho. Al este el cómo melasmaravillaríayo al leer lo que leemos, escuchar al establishment hablando de quién ha descabezado al independentismo (Mariano Rajoy y el Partido Popular decía orgullosa Sáez de Santamaría), pero también la fantasía recurrente de que se puede negociar, que los catalanes gent de seny conseguirán convencer a los que ni quieren, ni seguramente pueden tolerar el desmembramiento de un Estado que cree y celebra todavía que descubrió un continente, que además de no haberlo descubierto se dedicó a expoliarlo y a dilapidar por cierto, ya entonces, todo el oro que traían, que servía ya entonces para pagar la deuda real. Datisdequestion.

Que parece que nadie recuerda que la "llibertat, amnistía y estatut d'autonomía" empezó desde el este, esos separatistas que consiguieron una pequeña cuota de autonomía a la que luego se apuntó desenfrenadamente todo cacho de tierra patria.

Aquí hemos llegado. Ayer mirábamos atrás, conmemorando la hazaña histórica del pueblo venciendo a un Estado y pensando todos y ¿ahora, qué?

Pues ahora, la gran consigna ha sido, apretad, apretad (que yo os mando a la Brimo).

¡Cómo echo de menos líderes con cabeza y corazón (de león)!. Cuánta falta nos hace una estrategia sólida, que apele también a los que no desean la independencia, pero respetan el derecho a ser oídos. Una ruta que explique las grandes dificultades y desafíos, que con cartulinas de colores, grandes vías y Diadas, y que de la ley a ley no llegaremos lejos. Que si no enfrentamos al Estado a una gravísima dificultad, que si no lo ponemos entre la espada y la pared, nunca negociará.

La pared existe, somos todos nosotros. Y la espada, en casi todas las grandes conquistas que yo recuerdo, ha sido siempre la economía. El poderoso Don Dinero, que es lo que les duele - además del orgullo -.

Desde luego yo no tengo la solución. No hay manuales para la independencia en un tiempo histórico donde estás obligados a ser nacional de donde te digan. Pero 40 días de huelga, 40 días, costó lograr las 8 horas diarias máximas de trabajo.

¿Cuántos estamos dispuestos a pagar para lograr la independencia?

LOURDES LLORENTE és regidora de la CUP-PC