Ecuador minuto uno

Munia Fernandez-Jordan


Publicat: el 27/abr/16
Opinió| Columnes

La primavera en Nepal y Ecuador durante muchos años causará dolor a cientos de miles de personas. El dolor de la memoria, el dolor del alma que sólo se va diluyendo poco a poco con el paso del tiempo pero que jamás desaparece. Esas primaveras traerán el recuerdo puntual de la fecha del terremoto y de todo lo que arrasó: vidas, sueños, familias, cuerpos, juventud, hijos...

La devastación que supuso el terremoto de Nepal del día 25 de abril de 2015 puede darse en las cifras que se lanzaron a los medios en las primeras horas: el epicentro del terremoto causó más de 5.000 muertos y más de 10.000 heridos. En las 72 horas posteriores se registraron casi cien réplicas y los costes económicos de una reconstrucción adecuada se dijo que ascenderían a unos 4.500 millones de euros, el 20% del Producto Interior Bruto nepalí.

Pero un año después se ofrecen otras cifras y con ellas llega la estupefacción: 9.000 muertos, más de 22.000 heridos, 776.900 casas destruidas y otras 300.000 dañadas. En total, se calcula que los daños casi alcanzan los 6.000 millones de euros y la ayuda prometida por la comunidad internacional es de unos 3.700 millones. La cruda realidad. La soledad de una región del mundo en la que personas como nosotros luchan cada día por salir adelante en unas condiciones en las que, seguramente, algunos de nosotros no aguantaríamos ni cuarenta y ocho horas.

Y entonces se repite la historia en una comunidad muy cercana, porque es hermana de lengua y tradiciones, y porque muchos de allí conviven en Sant Cugat con nosotros: Ecuador. Hace diez días, el sábado 16 de abril de 2016 a las 18:58, hora local, un terremoto de 7,8 grados asola la provincia de Manabí en el noreste. El epicentro del temblor se situó entre las localidades de Cojimíes y Pedernales. Manta y Portoviejo también sufrieron severos daños. En un principio se hablaba de más de 600 muertos, 130 desaparecidos y que más de 25.000 personas se han quedado sin hogar. Ya sabemos dónde quedarán esas cifras dentro de un año.

La ciudad costera de Pedernales, en provincia de Manabí, es una de las poblaciones que más ha sufrido y los daños son de tal magnitud que tan sólo nos los pueden trasladar realmente, con sus relatos certeros llenos de apuntes que no traslada nunca una agencia de noticias o un periodista, los muchos ecuatorianos que, angustiados, viven entre nosotros la tristeza de su país.

Gabriel Alcívar, alcalde de Pedernales manifestó durante las primeras horas de la tragedia: 'No es el colapso de una casa, sino el colapso de un pueblo entero'.

Con todo, es ahora en el minuto uno cuando hay que ponerse manos a la obra y actuar. Desde todas las esferas posibles. Si una misa es ofrecida en memoria de las víctimas hay que estar ahí. Si hay movimientos de la sociedad civil que procuran medios y ayuda de todo tipo, hay que estar ahí. Si el ayuntamiento de Sant Cugat del Vallés, el día 29 de abril del 2015 ya había destinado una ayuda de 7.500 euros para el Nepal del Fondo de Contingencia, ayuda regulada por el Plan Director de Cooperación al Desarrollo, Paz y Derechos Humanos aprobado en el 2012, ya estamos tardando en enviar una línea de ayuda a Ecuador.

Siguiendo la senda de la imponente y trascendental obra de Martha C. Nussbaum, filósofa norteamericana, Premio Príncipe de Asturias 2012 de Ciencias Sociales y tal y como expone en su obra 'El Cultivo de la Humanidad', los ciudadanos necesitan verse no sólo como miembros de algún grupo social, región o país, sino también, y especialmente, 'como seres humanos vinculados a los demás seres humanos por lazos de reconocimiento y mutua preocupación'. Añade la humanista del siglo XXI que 'deberíamos trabajar para hacer que todos los seres humanos formen parte de nuestra comunidad de diálogo y preocupación, mostrando respeto por lo humano dondequiera que se presente, y permitiendo que ese respeto marque los límites de nuestras políticas internacionales, nacionales o locales'.

No hay más, ante la tragedia vivida por nuestros semejantes sólo queda el camino de la fraternidad.

MUNIA FERNÁNDEZ-JORDÁN és regidora de C's